Torreon, Coah.
Edición:
22-Abr-2024
Año
21
Número:
901
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AGUA, LECHE Y SALUD / 698


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Por:
Sin Censura
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06-04-2019
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Edición:

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POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.

Cuando el presidente López Obrador anuncia que ya no se puede seguir produciendo la leche en las zonas desérticas donde no hay agua, como La Laguna, afirma también que una de las consecuencias derivadas de esa situación es la contaminación de los mantos acuíferos con arsénico. No dijo más, excepto que la alternativa para sustituir  a la región lagunera como cuenca lechera es Tabasco donde, ciertamente, lo que menos escasea es el agua. No abundó en los daños ambientales que están implicados en la presencia del arsénico en el agua de los mantos freáticos, ni, mucho menos, en los gravísimos problemas de salud que de ahí se derivan.

En realidad lo poco que dijo no es nuevo, salvo su decisión de dejar de apoyar a quienes han sobreexplotado durante muchísimos años el acuífero regional, aquellos que han llegado más allá de los límites que establece la prudencia para mantener la sustentabilidad de la región. Lo que llama la atención es que los ganaderos y sus defensores (autoridades municipales y estatales) recurrieron al mismo expediente que se ha usado contra López Obrador, es decir, acusarlo de estar mal informado, mal asesorado o, de plano, que son ocurrencias las ideas lopezobradoristas.

Sin embargo, desde hace muchos años se han realizado estudios por parte de investigadores, tanto nacionales e internacionales, y desde entonces se demostrado que la disminución de los mantos acuíferos se debe a la explotación desmedida que de ellos se hace para alimentar la producción de forrajes para alimentar a las vacas productoras de leche. La sobreexplotación del agua del subsuelo ha propiciado que las perforaciones sean cada vez más profundas, niveles en los que el líquido que se extrae es agua fósil con altos contenidos de arsénico, metaloide cancerígeno cuya ingesta se relaciona directamente con la generación de enfermedades como el cáncer de piel, vejiga y pulmón, entre otras.

Según la Norma Oficial Mexicana el agua se considera potable si contiene hasta 25 microgramos de arsénico por litro de agua, lo cual quiere decir que podemos consumir dicha cantidad de arsénico sin sufrir daños a la salud. Sin embargo, de acuerdo con lo que dice la Organización Mundial de la Salud, lo máximo que podemos ingerir de arsénico es 10 miligramos por cada litro, es decir, que con menos de la mitad de lo que establece la Norma Oficial Mexicana nos ponemos en graves riesgos. Lo anterior se pone en evidencia con los altos índices de incidencia de los tipos de cáncer que se mencionan arriba.

Pues bien, nada de lo anterior se expresó por parte de los ganaderos cuando respondieron ante el señalamiento presidencial. Para las autoridades municipales o estatales, que cerraron filas con los lecheros, parece no existir el grave problema ambiental y de salud que significa la sobreexplotación del agua en La Laguna. Para los ambientalistas que llevan años alertándonos sobre dichos riesgos, la solución es redimensionar el hato lechero, reducir el inventario de vacas para, con ello, disminuir drásticamente la producción de los forrajes que consumen alrededor del 80 por ciento del agua regional. La Laguna requiere, para su subsistencia, una nueva reconversión productiva en la que no tengamos que optar entre empleos o salud. Para ello se necesita escuchar a quienes llevan años llamando la atención sobre un modelo productivo que agotó sus posibilidades de sustentabilidad hace mucho tiempo.

Ojalá  que así como se defiende a los lecheros,  tanto desde el gobierno municipal como desde el estatal, se defendiera también a la población que sufre los estragos en su saludo por consumir agua contaminada con arsénico.

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