Torreon, Coah.
Edición:
22-Abr-2024
Año
21
Número:
901
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EL MADURO EJEMPLO DE GUAIDÓ / 690


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Por:
Sin Censura
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11-02-2019
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Edición:

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POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.

Pocos saben de las labores de desestabilización que, un día sí y otro también, desarrolla la embajada de Estados Unidos en Venezuela desde que Hugo Chávez se hizo de la presidencia de ese país. Desde regalar juguetes y enseres domésticos a  niños y señoras de barrios pobres, hasta patrocinar la formación de grupos golpistas, los embajadores estadounidenses han desarrollado una labor de sabotaje sistemático en contra de las políticas de Chávez, primero, y de Maduro después. La diferencia ha sido la respuesta de sus gobernantes. Chávez descubrió muy pronto que su carisma sería insuficiente para conservar el poder y tuvo que desarrollar habilidades que, al menos al principio, no poseía.

Lo que Chávez entendió, a diferencia de Maduro, es que uno de los grandes terrenos o campos de batalla contra los norteamericanos y algunos connacionales, era el terreno de las ideas, el campo en el que se construyen los significados de lo que se hace y se dice desde el poder. Por eso habló de una “revolución bolivariana”, un proyecto político que excedía los límites espaciales venezolanos y las restricciones propias de una vida humana. Por eso trazó las líneas generales de un proyecto renovador de la vida política venezolana que, en lo fundamental, abría espacios para la participación de los sectores mayoritarios de la población. Por eso no pudo prosperar el trabajo de zapa norteamericano. Campesinos y trabajadores se identificaron con las profundas transformaciones que hizo Chávez, y eso evitó que su gobierno se aislara. Ante cada embestida de los sectores conservadores, patrocinados por los Estados Unidos, Chávez se crecía y su popularidad se enraizaba cada vez más en las profundidades del pueblo venezolano

Solamente la muerte pudo terminar con la dirigencia chavista. El sucesor, Maduro, nunca pudo estar a la altura de su antecesor. Ni carismático ni habilidoso. Aunque llegó como delfín de Chávez, con todo el capital político del chavismo, Nicolás Maduro nunca pudo ocupar, en los corazones venezolanos, el lugar que trabajosamente se había construido Chávez. Además (eso sí, al igual que el artífice de la “revolución bolivariana”), nunca se propuso organizar al pueblo venezolano, crear una estructura de organización que le permitiera mantener un contacto permanente con ese pueblo y, sobre todo, que le permitiera recurrir al apoyo popular en momentos como el actual en que parece que el caos es absoluto.

Un caos en el que un diputado pudo proclamarse “presidente encargado del país” y conseguir, casi de inmediato, el apoyo de países que se caracterizan por contar un gran espíritu institucional y que, por lo mismo, sorprende que apoyaran a quién le bastó con una autoproclamación  para ser aceptado como el representante legal de una nación que, como todas, tiene sus propia institucionalidad y, por tanto, sus propios mecanismos para decidir quién es su representante.

Nada de eso importó a países como Estados Unidos, que ahora van a apostar por asfixiar económicamente al país venezolano hasta lograr que Maduro admita una realidad sociopolítica que no ha sido legitimada por las instituciones venezolanas. Es cierto, si alguien le ha hecho daño a esa institucionalidad es Maduro, un presidente que ha inventado Asambleas Constituyentes cuantas veces ha necesitado para conservar el poder. Ojalá aprendamos la lección en México, donde tenemos un presidente que cuenta con tanta aprobación en las encuestas que parece despreciar las leyes y las instituciones, y apuesta todo a su popularidad. Por otra parte, en nuestro país sobran los Guaidós golpistas, esos que como Vicente Fox, por ejemplo, siempre han despreciado la voluntad popular y consideran a López Obrador una incomodidad temporal.

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